sábado, 29 de noviembre de 2008

La malaria en los Objetivos de Desarrollo del Milenio

La crisis económica mundial amenaza a los resultados conseguidos. Urge promover el acceso universal a la prevención y tratamiento efectivo de la malaria, reforzando los sistemas de salud local.
OBJETIVOS DE DESARROLLO DEL MILENIO
Pertenezco a la generación de profesionales sanitarios que iniciamos nuestra andadura en la Atención Primaria de Salud ilusionados con el movimiento lanzado en la Declaración de Alma Ata, el año 1978. El objetivo común era, y sigue siendo, resolver las enormes desigualdades de situación y acceso a la salud entre personas de países desarrollados y en desarrollo.

En 1994 una revisión por la OMS de los cambios mundiales llevados a cabo en el desarrollo sanitario concluyó que, desgraciadamente, no se cumpliría el anunciado objetivo de “Salud para todos en el año 2000”.

La irrupción del VIH/SIDA, la reemergencia de la Tuberculosis asociada a esta enfermedad, y el incremento de los casos de Malaria, alertaron a la Salud Pública Internacional sobre la necesidad del manejo urgente de estas enfermedades de tan alta mortalidad.

La Declaración del Milenio suscrita por 189 Estados en septiembre del año 2000, enumera 8 objetivos a alcanzar para el año 2015. No se trata sólo de una hoja de ruta de desarrollo mundial, sino que estos objetivos representan derechos humanos universalmente aceptados. Valores de justicia social que los beneficios de la globalización deberían distribuir equitativamente entre los países.

El sexto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio determina una meta: “Haber detenido y comenzado a reducir, para el año 2015, la incidencia del paludismo y otras enfermedades graves”

La pobreza y la falta de calidad en los cuidados de salud obstaculizan los esfuerzos para el control de la malaria. Esta enfermedad tiene efectos durante toda la vida de las personas: dificulta el aprendizaje; reduce la asistencia a las escuelas y lugares de trabajo; en definitiva, aumenta la pobreza.

RESULTADO DE ALGUNAS INTERVENCIONES
Las intervenciones de control del paludismo son eficaces y de manera contrastada se pueden emprender acciones para acabar con las muertes por esta enfermedad. El aumento de la financiación para la lucha contra el paludismo ha permitido acelerar el acceso a intervenciones antipalúdicas clave: mosquiteras tratadas con insecticidas; fumigación; mejora del acceso a un tratamiento más eficaz, aunque más costoso, como es la terapia combinada basada en artemisina (ACT); y aumento de la vigilancia de la enfermedad.
Fumigación de interiores con insecticidas. Protección a 100 millones de personas, de entre ellas 22 millones africanas. Algunas naciones africanas han conseguido reducir los casos de paludismo a la mitad.

Mientras que en la prevención de la malaria se han producido avances considerables, no ha ocurrido lo mismo con su tratamiento. Desde 2000, pocos países del África Subsahariana han ampliado la cobertura del tratamiento a los niños con fiebre y la mayoría de los pacientes recibe con frecuencia medicamentos poco eficaces.

Para erradicar esta enfermedad es preciso proporcionar acceso a medicamentos esenciales a un costo razonable; es decir, que los colectivos más expuestos tengan medicamentos disponibles de forma continua y a precios asequibles. Para que esto sea factible los medicamentos deben ser suministrados en establecimientos sanitarios públicos o privados, a menos de una hora a pie del domicilio. Estas medidas eliminarían los grandes desfases existentes tanto en la disponibilidad como en el precio.

LO QUE SE DEBE HACER
Ya hemos recorrido más de la mitad del camino hacia la fecha límite de 2015 y la tarea se ha vuelto más desafiante. El crecimiento económico a escala mundial acontecido en la última década ha permitido avanzar hacia el logro de los Objetivos del Milenio. Sin embargo, la desaceleración económica mundial amenaza, ahora, los progresos realizados.

En situaciones de crisis, los ingresos de la población pobre disminuyen y, como consecuencia, aumenta la cantidad de personas que padecen hambre en el mundo. Los colectivos más afectados en tiempos de crisis son las familias pobres: las madres sin recursos tienen más probabilidad de morir en el parto; los hijos de estas familias tienen mayor probabilidad de malnutrición y son, por tanto, más susceptibles de morir precozmente por enfermedades, reciben menos educación y algunos ni siquiera se educan; además, las inequidades de género son más pronunciadas.

En general, la mayoría de la población de los países en vías de desarrollo está atrapada en un círculo vicioso y una intervención individual sería insuficiente. Los gobiernos deben garantizar que la reducción de la pobreza se incorpore como centro de la política pública, desde la estrategia macroeconómica nacional hasta medidas administrativas de carácter local. La inversión y las instituciones públicas deben comprometerse a focalizar sus esfuerzos en la población pobre, especialmente en los gastos de educación, salud e infraestructuras. Mientras estas medidas llegan, es urgente promover el acceso universal a la prevención de la malaria y a medidas de tratamiento efectivas, reforzando los sistemas de salud local.

Recientemente, la Doctora Margaret Chan, directora general de la OMS, manifestaba: “No creo que podamos alcanzar las Metas de Desarrollo del Milenio si no volvemos a los valores, los principios y los planteamientos propios de la atención primaria. Decenios de experiencia nos dicen que la atención primaria es la mejor vía para el acceso universal, el mejor modo para conseguir mejoras sostenibles en salud y la mejor garantía de que el acceso a los ciudadanos será equitativo”.

De acuerdo con su recomendación, mantengamos el trabajo constante para reforzar los sistemas de atención primaria con la misma ilusión que sentimos treinta años atrás.

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